Noviembre 6, 2016
Recuerdo que estaba sentado en el lobby de este mismo hotel, cuando el 13 de mayo recibí la noticia de que Steven Munatones había tenido un ataque al corazón. Steven era la segunda persona relacionada con el mundo de las aguas abiertas que en un año había sufrido un ataque. El otro, David Yudovin, falleció.
Aprovechando que este fin de semana iba a San Francisco a entrenar, había quedado de verlo para platicar y que me enseñara a usar el KAATSU.
A principios de año, cuando nos vimos en la ceremonia de los premios WOWSA, le platiqué lo que estaba haciendo para promover la actividad física en México.
Le interesó mucho y me dijo que quería compartir un producto que podía ayudar mucho con el problema del sedentarismo.
En aquel entonces desayunamos y me contó acerca del sistema KAATSU y cómo podía ayudar a que las personas pudieran obtener los beneficios del ejercicio sin necesariamente hacerlo.
KAATSU es un sistema de entrenamiento que se inventó en Japón en 1966 y se perfeccionó durante los años setenta. El nombre viene del japonés y significa presión (ATSU) adicional (KA).
La idea es controlar el flujo sanguíneo en las extremidades para ejercitarse de manera efectiva y eficiente. Para lograrlo, se colocan cinturones de aire en la parte superior de los brazos y las piernas. Los cinturones ejercen una presión segura que lleva a que la sangre se concentre en las extremidades.
KAATSU se puede utilizar para todos los deportes y con todo tipo de ejercicio. Además, hay protocolos y procedimientos específicos según la meta, ya sea el desempeño, la técnica, la condición o la rehabilitación.
A la hora acordada Steven apareció con su esposa Rieko. Me dio mucho gusto verlo. Lo abracé con uno de esos abrazos de oso que puedo dar y le dije lo contento que estaba de verlo.
Durante una hora y media conversamos sobre las aguas abiertas, el waterpolo de su hijo, cómo tenía que usar el KAATSU, lo que debería hacer para organizar el evento del año entrante en Mazatlán y el problema de la obesidad.
Cuando se fue me quedé reflexionando acerca de dos temas.
El primero fue la obesidad y el sedentarismo. Otros países, entre ellos Estados Unidos, enfrentan el mismo problema que tiene México. Sin embargo, México sigue siendo un país pobre, donde la carga económica de las enfermedades relacionadas con la obesidad es insostenible. Se estima que anualmente gastamos 95 mil millones de pesos. Si comparamos este monto con los 50 mil millones de pesos que se van a invertir durante los próximos tres años en el programa de infraestructura educativa Escuelas al Cien, es evidente el tamaño del problema. Además de que el gasto es inmanejable, estamos dejando de invertir en educación para dar cuidados médicos a las personas con obesidad. Algo tenemos que hacer para revertir esta tendencia.
En lo personal estoy convencido de que México necesita organizaciones de la sociedad civil que apoyen los temas que los partidos o el gobierno no impulsan con el vigor que se necesita. Ahí están los esfuerzos de Transparencia Mexicana en el tema de 3 de 3 o de Mexicanos Primero en educación.
Invito a quienes me leen a que iniciemos un movimiento. Tal vez al principio sea silencioso y con pequeños cambios, pero con el tiempo estoy seguro de que lograremos avances importantes.
El segundo tema en el que me quedé pensando tiene que ver con la fragilidad del ser humano y lo cerca que está la muerte de nosotros. En mayo Steven estuvo en coma durante diez días. De no haber sido por los primeros auxilios que le proporcionó su hijo y su excelente condición física, hubiera muerto.
Al despedirnos, él pasó al baño y tuve tiempo de platicar unos minutos con Rieko. Había visto a Steven en excelentes condiciones, pero quería la versión oficial.
“Está muy bien. Los doctores lo han dado de alta. Puede volver a su vida normal y hacer ejercicio sin restricciones. Ya lo conoces, sigue trabajando igual”.
El comentario me recordó un día en que le pregunté a Steven si dormía, pues siempre contestaba mis correos de las 4 de la mañana a las 2 de California. “Para qué dormir cuando tengo tantas cosas que hacer”, me respondió.
En ese momento pensé en las palabras del psicoanalista francés, Jacques Lacan, para quien la muerte es parte de la vida. Y que si realmente tomáramos esto en serio, viviríamos diferente. Cada acto estaría en función del deseo y no en la imposible búsqueda del mejor momento, que en realidad nunca llega. Pensar cada acto como un instante fugaz te libera de perseguir un porvenir asegurado.
No se lo pregunté a Steven, pero me imagino que lo siente.