Tappi, 8 de septiembre 2015

Ayer llegamos a Tappi después de 31 horas de viaje.

Salí de mi casa el sábado 5 a las 19:45 horas; despegamos de la Ciudad de México a las 23:35 para volar primero a Monterrey y de ahí a Tokio, donde nos esperaba Guillermo Eguiarte. Cruzamos de Narita a Haneda, el otro aeropuerto de Tokio, y a las 10:35 horas del lunes 7 volamos a Aomori. Ahí rentamos una camioneta y manejamos 90 minutos a Tappi. En el camino nos paramos a comer y, finamente, a las 16:40 horas llegamos al hotel.

 

Tappi es una ciudad de alrededor de 36 000 habitantes. Sus principales actividades económicas son la agricultura y la pesca.

Nosotros nos estamos hospedando en el Tappizaki Onsen Hotel Tappi, uno de los dos hoteles en la ciudad y, según los expertos, el mejor en la zona. Está lleno de turistas japoneses; somos los únicos occidentales.

Anoche probamos nuestra primera cena, definitivamente nada parecido a los restaurantes japoneses que conocemos en occidente. Nos sirvieron una variedad de pescados, verduras y algas. Algunos sabrosos, otros no tanto.

Hoy será nuestro primer día en lo que hemos denominado el Dover de Tsugaru. Tomamos Dover como referencia, pues cada vez que hemos estado ahí para cruzar el Canal de la Mancha desarrollamos una rutina para hacer la espera menos cansada. Aquí tendremos que hacer lo mismo, con la diferencia de que todo está en japonés.

Más tarde tendremos una junta para hacer una lista de todos nuestros pendientes. De entrada, el más importante será ir a nadar; ya tengo ganas de conocer este mar.

El jet lagno estuvo tan mal. Me dormí a las 20 horas y desperté a las 4:30 de la mañana, casi como en casa. Después de meditar y hacer los ejercicios de estiramiento subí al tea lounge del hotel. Son las 6:30 horas y el mar ya se ve bastante alborotado. No sé cuál es la fuerza del viento, pero se ve que está fuerte.

Afortunadamente ya están haciendo el café. Me alegra que no sólo tendremos que tomar té. La inmersión en la cultura japonesa es ya suficientemente fuerte como para ni siquiera tomar café. Con puro té no sobrevivo.

Pablo baja de su cuarto. Nos saludamos, va a correr. Le pregunto cómo ve el mar. “Cómo lo veo yo no es importante”, me dice. “¿Cómo lo ves tú? Tú eres el que va a nadar.”

“Movido”, respondo, “movido”.