Tappi, 10 de septiembre 2015

Hoy inicia nuestro tercer día en Tappi. Poco a poco vamos entrando en nuestra rutina.

 

Me levanto alrededor de las 5:00 horas, veo si hay algo interesante en mi correo, mando mensajes y después me estiro y medito. Alrededor de las 6:00 bajo a los baños públicos, una de las costumbres japonesas que más me gustan. Después de bañarme me meto a la tina de agua caliente —en este caso aguas termales— y disfruto 10 minutos de paz total.

Subo al lobby y espero que abran el restaurante para pedir café. Ayer nos sorprendieron: el hotel acaba de adquirir una máquina Saeco que hace un café delicioso. Comentábamos que ésta es una señal más de que Tsugaru nos recibe con los brazos abiertos.

Mi primer objetivo del día es escribir este blog, mientras disfruto del café (o los varios que me tomo) y espero la hora del desayuno que fijamos a las 8:30 am y escribo lo que sucedió el día anterior.

El desayuno consiste en una mezcla de verduras, pescado, arroz y sopa. Con algunas variaciones, la comida y la cena consisten en lo mismo.

Cuando conocimos al equipo de Daniel el primer día, nos percatamos de que ellos pedían un desayuno occidental. Nosotros convenimos ajustarnos a la costumbre local, pues es una forma de integrarnos y vivir esta experiencia en todas sus dimensiones.

A las 12:00 entrenamos. La playa está cerca, a menos de 1 kilómetro. Ayer nadamos 65 minutos; esperamos subir a 90 minutos el jueves, hacer el mismo tiempo el viernes y empezar a bajar a partir del sábado. Después de disfrutar mi nado en el mar, acostarme en la cascada de agua dulce y fría es uno de los momentos que más me relajan en el día.

Comemos después del entrenamiento, otra vez verduras, arroz, sopa y pescado. Lo que varía es el tipo de pescado y la temperatura de la comida.

En la plática con Daniel y su equipo aprendimos varias cosas acerca del cruce. De entrada la lancha no tiene asientos y es relativamente baja, por lo que si sopla el viento o hay olas, la gente a bordo acaba mojada. La recomendación fue comprar asientos y equipo protector, básicamente impermeables y botas. Nos dieron la dirección de una tienda a 18 kilómetros del hotel y, después de la comida, fuimos de compras.

Parecíamos niños chiquitos, cada quien comprando lo que necesitaba o le gustaba. Preocupado por su cámara, Pablo buscaba cómo asegurar el plástico para que no se mojara. Nora estaba feliz con su uniforme y botas y yo con mi red.

Un momento crítico en los nados es el abastecimiento. Hay que hacerlo rápido y no cometer errores. En Gibraltar nos pasaban los sobres de Accel Gel y las botellas de agua en una red. Cuando preguntamos a Daniel cómo lo había hecho en su nado, los miembros de su equipo nos mostraron un bastón con una canastilla en la punta. Me dio envidia que nosotros no tuviéramos uno así.

Sin embargo, lo primero que vimos al entrar a la tienda fue un bastón con alcance de 3 metros y una red en la punta: justo lo que necesitábamos. Una preocupación menos en el cruce.

Llegó el momento de pagar en la caja. Poco a poco fueron desfilando los diferentes productos. De repente veo un cartón de leche, de los que se usaban cuando era niño y joven, acompañado de una caja de galletas Oreo. “¿De quién son?”, pregunto. Sonriendo, Pablo dice: “mías”. “Pues tráeme una dotación igual”, le respondo. Seremos zen a la hora de las comidas, pero nada impide pecar en nuestros cuartos. Un vaso de leche con Oreo hará más llevadera la comida japonesa.