26 de diciembre de 2015
Ayer fue Navidad. Como regalo y para recordarme lo difícil que estarán los nados el año entrante decidí nadar 5 horas, alrededor de 16 kilómetros, en Las Estacas.
Desde que crucé el Estrecho de Tsugaru han sucedido varios eventos que me han traído ocupado. A mi regreso a México me propuse como primer objetivo, antes de pensar en mis siguientes nados, resolver el problema de mi hombro izquierdo.
Durante meses había estado buscando en internet alguien que ofreciera un programa de corrección de estilos sin éxito. Para mi fortuna, en un momento de ocio me metí a Facebook y vi un video que había subido Ricardo Durón, entrenador en Sport City.
El video era de un especialista en Argentina que mostraba cómo con su técnica había modificado la brazada de una nadadora. Busqué a Ricardo para que me diera la información de esta persona. Me llevé una sorpresa cuando me dijo que él, junto con Rafa Álvarez Fariña, lo hacían en México. A los dos días ya estaba haciéndome una evaluación con él.
El resultado de sus intervenciones ya es visible. Nado mejor, ya no cruzo las piernas, mi hombro izquierdo ya no me duele y finalmente las piernas me están ayudando en el desplazamiento. Ayer noté la mejoría en mis subidas. Hice casi 1 minuto menos.
El pasado 12 de octubre me nombraron Secretario del Deporte del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional. La designación llegó de sorpresa y con gusto la acepté. De inmediato pedí a Manlio Fabio Beltrones que me diera la oportunidad de incluir la activación física entre las actividades de la Secretaría.
México vive hoy una crisis de salud pública cuya causa principal es la obesidad. Si no logramos que los mexicanos dejen de ser sedentarios no vamos a tener viabilidad a largo plazo como país. Cerca de 95 mil millones de pesos al año se destinan a la atención de la diabetes, monto que equivale a casi el doble del gasto gubernamental en infraestructura educativa por medio de los bonos educativos.
Mi objetivo es convencer a los candidatos a gobernador y presidente municipal que se comprometan a implementar medidas que ayuden a que las personas puedan activarse físicamente con mayor facilidad.
Unos días antes de partir a Los Ángeles para la ceremonia de ingreso al Salón de la Fama Internacional de Natación de Larga Distancia (IMSHOF, por sus siglas en inglés) me enteré de que la Asociación Mundial de Natación en Aguas Abiertas (WOWSA, por sus siglas en inglés) me había nominado, junto con otros 11 nadadores de diversos países, al premio del Hombre del año.
El objetivo de este reconocimiento es premiar a individuos sobresalientes, con historias, hazañas y estilos de vida excepcionalmente inspiradores. El premio no necesariamente reconoce a los mejores atletas, sino que busca condecorar a las personas que encarnan el espíritu de la natación en aguas abiertas, cuentan con un sentido de aventura, tenacidad y perseverancia y tienen influencia positiva en el mundo de la natación.
El proceso de selección final se lleva a cabo por medio de una votación en el sitio de WOWSA. Al principio del proceso el sitio daba información acerca del número de votos que llevaba cada nadador. De un día para otro, el organizador decidió cerrar esta opción y tanto yo como el equipo que me apoya en este proceso nos quedamos a oscuras.
Buscar votos no ha sido fácil. Montamos una campaña de correos a todas las bases de datos de ex alumnos de NET y las escuelas proveedoras. Subimos mensajes a mi página de Facebook y compramos anuncios en Twitter. Obviamente, también pedí apoyo a familiares, amigos, alumnos, maestros, colaboradores y a toda la estructura de la Secretaría del deporte en el PRI.
La cereza de pastel fue el reportaje que me hizo Brozo para su programa. Me dio cerca de 14 minutos, una gran muestra de amistad que le reconozco con mucho cariño.
Ha sido un proceso intenso, interesante y divertido. Sea cual sea el resultado me siento orgulloso por haber sido nominado. Nunca antes un mexicano lo había logrado.
Los logros del sector educativo en Puebla —producto, entre otros factores, de la intervención que hemos hecho mi amigo y socio Bernardo Naranjo y yo— nos llevaron a un nuevo proyecto, esta vez en Sonora. Desde mediados de octubre paso día y medio en Hermosillo.
No ha sido fácil organizarme en todos los frentes. Tengo que combinar varias responsabilidades, viajar de dos a tres días a la semana y no dejar de entrenar.
Todos los domingos torturo a Nora para que me mande mi entrenamiento semanal o, por lo menos, el volumen diario. Cuando viajo me aseguro de que haya una alberca disponible. Hasta ahora todas las que he usado han sido públicas, y abren a las 5 de la mañana. Normalmente no hay tráfico, lo que me permite estar listo para desayunar a las 7:30 u 8:00 de la mañana. Es una belleza poder terminar a las 7 el entrenamiento: tengo mucho tiempo el resto del día.
Regresando de Tsugaru mandé hacer unas camisetas que tienen palomeados los cuatro nados de los Siete Mares que ya completé. Tengo varias y me las pongo tres o cuatro veces a la semana para recordarme, aun cuando no necesito, que los nados difíciles están por venir.
Ayer, mientras casi todo mundo estaba recuperándose de la cena del 24 o preparándose para la comida del 25, decidí hacer cinco horas de nado. El entrenamiento me obligó a ser prudente en la comida con mis padres y hermano. Me dormí a las 20 horas y estaba despierto a las 5 de la mañana.
El primer obstáculo que tuve que superar fue la alimentación. Olvidé mis Accel Gel en México, así que la noche previa tuve que cambiar mi plan de abastecimiento. Tuve la tentación de cancelar el nado: cinco horas sin la alimentación correcta puede ser una tortura.
El cambio en la alimentación sin duda haría el nado más complicado, pero traté de ver la situación de forma positiva. O cambiaba mi modo de alimentación y confiaba en él o estaría fuera a las 3 horas.
Lo más cercano al Accel Gel que encontré en Cuernavaca fue Gatorade. Una botella tiene 140 calorías, el Accel Gel 100. Tendría un déficit de 30 calorías por vuelta, ya que consumiría media botella con alrededor de 300 mililitros de agua.
Decidí nadar las primeras cinco vueltas con puro Gatorade, a la sexta tomarme un Accel Gel que encontré en mi maleta y a la séptima una botella completa. La energía nunca fue tema. No sé si fue la dosis correcta o el hecho de que decidí no pensar en ello.
La primera vuelta fue una sorpresa. En Las Estacas lo relevante es el ritmo de subida y, cuando llegué al borbollón en 22 minutos, me asombré. Subí al mismo ritmo de brazos que la semana anterior —eso sí, pateando más gracias a la sesión de corrección de estilo que había tenido en la semana con Ricardo Durón— y mi tiempo bajó un minuto.
Nadar ocho vueltas requiere de cierta estrategia. La mía fue dividir el entrenamiento en dos partes. Primero haría cuatro y después iría descontando una a una las cuatro restantes.
Al ver mi tiempo en la primera vuelta me puse como meta lograr las siguientes tres lo más cerca posible a los 22 minutos. Lo logré sin dificultad, lo que me motivó a hacer lo mismo en las próximas cuatro, tanto que en una de ellas hice menos de 22 minutos.
Empecé a nadar a las 7:00 horas. Obviamente no había nadie en el río. Disfruto mucho cuando estoy solo. Es un privilegio ser dueño —aunque sea virtualmente— de un espacio tan bello: agua cristalina, peces azules, patos que cruzan el camino y árboles verdes.
Hay etapas de la subida más complicadas que otras. Ahí tengo que aumentar la fuerza y me imagino luchando contra las peores corrientes que he enfrentado. Mi objetivo es no perder el ritmo y mantener el estilo.
En otros momentos me pierdo. Pienso en las seis horas a 14 grados en La Jolla en enero o los 45 kilómetros de Hawái. Visualizo el dolor del frío o el cansancio después de 12 horas y me cuento historias de cómo los voy a vencer. Es un juego mental que me prepara para la lucha que enfrentaré.
Sin embargo, ayer hubo una constante muy fuerte en mi pensamiento, el tema de la salud. El día anterior mi hermano Diego me había comentado que acababan de detectar cáncer a un amigo cercano. En los últimos dos años más de cinco personas cercanas a mí han sucumbido ante la enfermedad.
Mi padre se está deteriorando poco a poco y cada vez más personas a mi alrededor sufren de algún padecimiento.
Varias veces en el día agradecí estar ahí, relativamente sano. Tengo hipertensión y me prometí nunca dejar de nadar, por lo que entre tantas horas ya planeé mis nados hasta por lo menos mis 70 años.
Feliz Año Nuevo a todos y gracias por leerme y apoyarme.