Julio 21, 2017

Este pintoresco pueblito será nuestra casa durante los próximos 20 días. Se encuentra a 25 minutos del aeropuerto George Best en Belfast y tiene una población de 6,869 habitantes. Es famoso por su faro y su puerto, que datan del siglo XVII, y durante siglos ha dado refugio a barcos haciendo el viaje entre Irlanda y Escocia. Sus puntos de interés, la iglesia y Moat (fosa), se recorren en 30 minutos. Sin embargo, lo que más me llamó la atención es la cantidad de salones de belleza que tiene el lugar.

Por recomendación de Quinton Nelson, mi piloto, decidimos hospedarnos en Pier36, un hostal con cinco cuartos, un restaurante y un bar. Desde el primer momento me di cuenta de que no había sido mala elección.

La espera de un nado siempre es estresante. Pueden pasar días sin que se den las condiciones adecuadas y, dependiendo de donde te encuentres, esta etapa tiene diferentes matices y sabores. A un mar de completar los Siete Mares, puedo decir que, para mi gusto, la peor es la de Dover y la que más he disfrutado es la del Estrecho de Tsugaru en Tapii.

Al final de mi estancia podré hacer una lista detallada.

La noche que llegamos llevábamos varias horas sin comer y estábamos muertos de hambre, así que nos dirigimos al restaurante.

Previo al viaje había estado en contacto con el dueño del hotel,  Lewis  Waterworth. Me dio la bienvenida y, cuando ya casi terminábamos, trajo a la mesa a Lynton Mortensen, quien el lunes pasado había cruzado en 13 horas 49 minutos. Ahí me enteré de que dos semanas antes Lynton había cruzado también el Canal de la Mancha. ¡Dos mares en dos semanas, impresionante!

Intercambiamos impresiones y quedamos de nadar al día siguiente.

Ayer fue mi primer nado en las aguas del Canal del Norte. No hubo sorpresas: el agua estuvo fría, alrededor de los 13 grados tanto en el entrenamiento matutino como en el vespertino. Lo que había olvidado es la diferencia en el nivel del agua entre la marea alta y la baja. En el momento más alto de la marea baja, había como 50 metros de piso marino a la vista y cuando nadé en la tarde tuve que caminar como 25 metros para poder empezar a bracear. Al final del día nadé 1 hora 20 minutos.

En la noche cenamos con la familia de Lynton,  Padraig Mallon y Jacqueline McCelland, ambos de la empresa Infinity, una de las que ofrecen servicios de embarcaciones para el cruce.

Padraig inició la plática recordándome que nos habíamos conocido en la entrega de los premios WOWSA en 2016. Tuve que aceptar que con la edad ya se me olvidan muchos detalles.

Pasado el momento incómodo, empezamos a platicar del futuro de las aguas abiertas. Independientemente de que hay diferencias importantes entre el triatlón y las aguas abiertas, me parece que también tienen muchas similitudes en la motivación de sus participantes.

No voy a entrar en detalles aquí, pero el crecimiento en la demanda por eventos de aguas abiertas crecerá de forma exponencial en los próximos años, con un cuello de botella en los eventos de la Triple Corona y los Siete Mares.

El mejor ejemplo es la demanda del cruce de Catalina. De 1927 a 1999, cuando me convertí en el primer mexicano y la séptima persona en el mundo en lograr la Triple Corona, 119 personas habíamos logrado completar ese nado, 29.8% del total. Entre 1999 y  2015, 294 personas más lo lograron. Puede haber más de una explicación, pero dos me vienen a la mente: la demanda por terminar la Triple Corona llevó a que más nadadores lo intentaran y, en retrospectiva, Catalina es un nado sencillo. Ni siquiera en enero presenta los problemas que uno tiene que sortear en Moloka’i, el Estrecho de Cook o el Canal del Norte.

En la plática fue evidente que Padraig tiene claro el fenómeno. Su visión de cómo enfrentar la demanda por cruzar el Canal del Norte me pareció excelente. De todos los pilotos que conozco es el único que tiene una visión global del tema. Estoy seguro de que en unos años será el número uno en más de un cruce.

No podía levantarme de la mesa sin preguntarle qué consejos tenía para mi. El primero es obvio. En toda la temporada pocas personas completan el cruce. Muchas no lo logran porque no se dan las condiciones climatológicas adecuadas. Este año el primer bloque de nados tuvo que cancelarse por mal clima. Puso como ejemplo el día del nado de Lynton: “día perfecto, pero en tres meses y medio sólo hay uno de ésos”.

El segundo fue acerca del nado. Empiezas con mucho frío, pero a las cuatro horas sube la temperatura del agua y te recuperas para enfrentarte a la última parte, cuando empieza a cambiar la marea. En resumen, todo el trayecto es complicado.

Hoy en la mañana me despertó el ruido del viento. Abrí las cortinas y vi el mar. Consulté el Wind Guru: vientos de entre 21 y 22 nudos. Había dos posibilidades, regresarme a la cama y reportar mal clima o meterme al agua y ver qué sucedía. La segunda opción ganó.

The Moat

The Church

Low tide