Hace tres años, después de 23 horas con 15 minutos de nado —88 kilómetros recorridos—, y a solo 4 kilómetros de la costa inglesa, tuve que concluir mi intento de cruce doble del canal de la Mancha.


Durante todo el recorrido me había sentido muy mal, con vómito desde la segunda hora e hipotermia al final. No le veía sentido alguno a lo que había sucedido, y fue hasta que ingresé a un hospital en París que supe que tenía una obstrucción biliar que había avanzado a una pancreatitis.


Una vez recuperado, volví a trazar la ruta para mi siguiente intento. Como suele suceder en el canal de la Mancha, ya no había espacios disponibles durante los dos próximos años. Obtuve un lugar hasta finales de septiembre de 2024: mi ventana sería del 25 al 30.


Nunca me sentí tranquilo, pues para esas fechas la temporada estaría por terminar. Sin embargo, eso es lo que había e iba a tener que adecuarme. Lo que nunca imaginé es que, un día antes de partir a Dover, recibiría un correo de Simon Ellis, el capitán de mi embarcación. El texto era devastador:

 

Hola, Antonio:

 

Sugiero que canceles y te quedes en casa, ya que el pronóstico del clima para la próxima semana aún muestra fuertes vientos, con 0% de probabilidad de nadar. Si esto cambia, te lo haré saber.

 

Continuamos nuestra temporada de natación en octubre y sugeriría intentar cruzar el Canal entonces.

 

Saludos cordiales, 

Simon Ellis

 

Después de procesar la noticia, me comuniqué por teléfono con él para explorar mis alternativas. Como era de esperarse, no había posibilidades de pasar el nado a 2025 o 2026. Ya tenía llenas ambas temporadas. Iba a tener que esperar a 2027 o intentar nuevamente entre el 9 y el 14 de octubre, casi el final de la temporada.

Tomé la decisión de intentar el cruce, aun a sabiendas de que, para esa época, la temperatura del agua ya estaría por debajo de los 17 grados centígrados y los días iban a ser más cortos. Un nado de otoño.

En los días previos a mi viaje a Dover y ya estando allá, toda la información climatológica indicaba que tendría que pasar un milagro para que pudiera hacer mi intento de doble cruce. Pese a los rezos de mi madre, el milagro nunca llegó y, junto con Simon, tomé la decisión de posponer el nado hasta 2027.

Al finalizar la conversación con él, muchas imágenes y pensamientos pasaron por mi mente, amén de los sentimientos que me embargaban. Tendría que encontrar una manera de procesar lo que había pasado.

Cuando uno enfrenta situaciones adversas, usualmente vienen a la mente un cúmulo de preguntas.

¿Podría haber sido otro el desenlace? Lo considero poco probable, pues la fecha nunca me gustó. En su momento la acepté, pues era lo que me ofrecían.

¿Debí haber dado por terminado el proyecto después del mensaje del viernes 20 de septiembre? Probablemente hubiera sido lo más lógico, pero uno se aferra a sus deseos. Además, pensé que nunca me perdonaría si decidía cancelar el viaje y después, en la nueva fecha, se daba el día perfecto.

¿Podría haber sido otro el clima? Tal vez, pero no lo fue y tendré que vivir con esta experiencia.

La frustración de no poder nadar es inmensa. Fueron tres años de entrenamiento intenso, innumerables viajes para mantenerme aclimatado al frío y una inversión económica importante.

Definitivamente el dolor de la pérdida es grande, pero existe la posibilidad de rescatar lo positivo del proceso. Si pienso en los nados, ahí queda la doble vuelta a Manhattan (2022), SCAR (2024) y mi entrenamiento de 28 horas en mayo (2024).

En cuanto a mi estado físico, he mejorado mi técnica de nado y he aumentado mi movilidad y fuerza, lo que me permite no solo ser más eficiente en el agua, sino también tener suficiente energía y fuerza para jugar con mi nieta Aurelia.

En términos de salud, mi hiperactividad e hipertensión están bajo control, he mantenido mis niveles de glucosa normales y, en general, me siento bien todos los días. Vivo sin dolores.

Sin embargo, lo que hace más llevaderos estos momentos difíciles es que vivo contento nadando. Disfruto mucho nadar. Mi goce diario en el agua —ya sea un entrenamiento de alberca, en las Estacas o en el mar— es más poderoso que el sentimiento de tristeza que albergo en estos momentos.

 

 

¿Qué sigue? Unos días de vacaciones antes de regresar a México, todo octubre sin visitar la alberca (a ver si aguanto), negociar una buena fecha para 2027 y tener una sesión larga de estrategia con Rafa, Ricardo, Jaime y Ariadna para planear los próximos tres años.

No me queda duda que las penas nadando son más llevaderas.