Tarifa, España 2 de julio de 2015
Me despierto a las 6 de la mañana. Me duele el cuello, pero los hombros y la espalda están bien. Buena señal; pienso en Tsugaru.
Se me antoja un café, pero sé que a esta hora difícilmente encontraré algo abierto. Hago tiempo y decido salir a recorrer las calles. Tal vez tenga suerte.
Cerca del hotel no encuentro nada, aprovecho para tomar algunas fotografías y me dirijo al puerto.
Cuando me había resignado a que tendría que esperar, veo a una pareja bajarse del coche y dirigirse a un establecimiento.
Les pregunto a qué hora empiezan a servir. “Café en 2 minutos, churros en 15”.
Hace apenas unos minutos había visto el mensaje de Mauricio Prieto, el cual decía que hoy, después del nado, disfrutara de unos churros.
Ordeno mi café y churros y me pongo a escribir.
El nado de ayer no tuvo mayores complicaciones más que la de haber viajado veinte horas para llegar y dormir sólo cinco antes de meterme al agua.
Dadas las condiciones climatológicas, Rafa decidió sacar a Nora Toledano, Mariel Hawley, su hijo Eduardo Rodríguez y a mí al mismo tiempo. Nunca había nadado en grupo. Ésta sería mi primera vez.
Acordamos mantenernos todos juntos y nadar a un paso cómodo que garantizara que Lalo cumpliera su meta.
Salimos de la isla donde se encuentra el faro. Durante la primera hora de nado el viento no cooperó: las olas venían de frente y esto complicaba ver el barco.
El primer abastecimiento fue rápido. Me dio gusto ver a Paty Kohlmann y Gela Limonchi, ambas amigas muy queridas que garantizaban que nuestra alimentación no tendría problemas.
A partir de ese momento pararíamos cada 30 minutos a comer y beber. El viento empezó a cooperar y, consecuentemente, nosotros a nadar más rápido.
Las siguientes horas se pasaron rápido. Bromeábamos en cada parada, disfrutábamos del mar y sus habitantes y hacíamos gestos a Pablo Argüelles, mi sobrino, y Oswaldo Toledano, medio hermano de Nora.
Pablo es el fotógrafo del proyecto y Oswaldo nos acompañó para filmar la travesía. Estudia cine en Canadá y unos días antes decidió acompañarnos.
A las cuatro horas de nado era obvio que nos faltaba poco y, cuando la zona de llegada estaba cerca, Nora y yo nos paramos y dejamos que Mariel y Lalo llegaran juntos. Ambos habían hecho este cruce en memoria de Eduardo papá, quien murió de cáncer hace unos meses.
Nadé junto a Nora, nos acercamos a las rocas y finalmente escuché el sonido del silbato que anunciaba que el cruce había terminado.
A diferencia de otras ocasiones, no encontré emoción en esos momentos. Si bien era cierto que había terminado el tercero de los Siete Mares, frente a mí tenía cuatro monstruos que iba a ser complicado vencer.
En la tarde, antes de ir a cenar, pasamos por nuestros certificados y mapas. Me sorprendió ver lo derecho que fue nuestro trayecto, pues desde el agua parecía que íbamos en zig-zag.
Finalmente llegamos a cenar. Estábamos hambrientos, pero esto no impidió que todos habláramos casi al mismo tiempo de las anécdotas del día.
Qué fácil es hablar del nado cuando ya pasó. Todos dormiremos tranquilos.