9 de agosto de 2015

Este fin de semana hice mi último entrenamiento largo antes de Tsugaru en La Jolla, California. El objetivo era evaluar cómo me sentía en una prueba que, para realizarse, requiere concentración, ritmo, fortaleza y humor.

Desde mi regreso de Gibraltar he estado entrenando muy fuerte. Ésta fue la temporada más dura, con muchos metros en el agua y dos días de pesas. Aunque hice mi recuperación con masajes, terapias y mucho sueño, nada de eso previno una gripe que derivó en tos, una semana antes de las ocho horas de entrenamiento. Para colmo, me intoxiqué con pollo y tuve diarrea 3 días; el miércoles todavía estaba con antibióticos.

En mi mente estaban los dolores en el brazo que sufrí en Gibraltar, el dolor que seguía en el brazo izquierdo, además de todas las incertidumbres de las enfermedades.

El miércoles tuve mi última sesión de masaje y, después de que Radamés me puso un vendaje para relajar el músculo, el antibiótico me noqueó. Dormí profundamente por ocho horas seguidas.

El jueves en la noche inicié mis ejercicios de relajación buscando que el hombro descansara. El viernes nadé todavía con molestias y al final del entrenamiento no sabía cómo me sentiría el sábado.

Todo nado, al igual que todo viaje, inicia con un primer movimiento. En menos de 10 segundos uno sabe cómo será el recorrido. El sábado empezó muy bien: no sentía molestias en mi brazo izquierdo, y así debía seguir todo el día.

Un nado tan largo se tiene que dividir en partes. Mi primer objetivo era pasar las 4 horas 23 minutos, tiempo que hice en Gibraltar, sin molestias en el brazo izquierdo. Después quería llegar a las 6 horas, tiempo más largo de esta temporada, y al final hacer una hora larga, un recorrido de más de una hora para que el regreso a casa fuera de 40 o 50 minutos.

Para entrar en ritmo —60 brazadas por minuto— y no perderlo en todo el día, hay que concentrarse en las brazadas y el paso del tiempo. Normalmente la persona que viene en el kayak o la lancha es quien lo monitorea. Fernando García Sotelo nos acompañó en esta ocasión y, con mucha diligencia, nos iba contando las brazadas. Siempre en ritmo.

En algunos momentos se necesita mayor fuerza en las brazadas —fortaleza física— y en otros mayor concentración, es decir, fortaleza mental.

El sábado el mar estuvo calmado. Sin embargo, toda la vida marina estuvo presente. Vimos peces, cachorros de foca, una tortuga, cuatro mantarrayas y dos tiburones. Nora no podía de espanto. Disfruté mucho darle lata las 5 horas que me acompañó.

El mayor reto que enfrentaba el sábado era averiguar si tenía la fortaleza mental para soportar tantas horas nadando. Para lograrlo, tendría que descubrir por qué estaba ahí y qué era lo que me motivaba. La lista es muy larga, pero si tuviera que resumirla en unas cuantas palabras, diría que es porque me gusta.

En la semana, cuando le platiqué a un amigo que iba a nadar ocho horas porque me gustaba, me dijo: “A mí me gustan los chocolates, pero no puedo comer chocolates por ocho horas”.

Afortunadamente nadar no es como comer chocolates; es una experiencia que tiene muchos momentos, algunos bellos, otros difíciles y varios fáciles. Para nadar en aguas abiertas todos deben gustarte.

Finalmente, nadar tantas horas debe tener ciertos humos. Historias de las que te ríes, memorias que cuentas una y otra vez, competencia con tus compañeros y, sí, un poco de burradas de vez en cuando.

Compartir con Nora el fin de semana me dio oportunidad de vengarme un poco de ella. Me ha traído con unas series mortales, muchos metros de nado y, si me quejo, me cae el chahuistle.

Hoy domingo fuimos a nadar una hora y regresamos a la Jolla Athletic Club al jacuzzi. Este ritual es uno de los premios que uno se da después de nadar en aguas frías.

Estábamos tranquilos cuando de repente llega Barbara Heldy nos dice “Miren a quién les traje: Penny Palfrey”. No lo podía creer. Frente a mí, en el mismo jacuzzi, estaba una de las leyendas de las aguas abiertas y, para colmo, había dejado mi iPhone en el coche. A ella sí le pediría una foto, no como cuando me encontré a Obama haciendo ejercicio en Jordania.

Empezamos a platicar, salió el nado de Tsugaru, me dio algunos consejos y después le pregunté qué nados tenía programados para el futuro. “Antier hice Catalina para poder tener una doble Triple Corona; soy la tercera en lograrlo”. En ese momento Barbara interrumpe y me dice: “¿No fuiste tú el primero?” Penny abre los ojos y me dice “ You are The One”.

Volteo, veo a Nora y me río. Finalmente he sido bautizado como “The One” y ya no podrá darme lata al respecto.