El viernes cumplí 63 años. En esta ocasión mi cumpleaños cayó en Semana Santa. De todas las veces en que la celebración de mi nacimiento ha sido en esta época, la única que recuerdo es la de 1965. En aquella ocasión mi cumpleaños cayó en Jueves Santo y lo pasamos en casa del abuelo Diego en Cuernavaca. Lo recuerdo muy bien porque ese día en la mañana mi papá me dio el regalo del abuelo Raúl, un radio miniatura con audífono. El radio apenas cabía en mi mano y, para encontrar las estaciones, movía una perilla poco a poco hasta que lograba sintonizarlas. Esa tarde no me metí a la alberca; me escondí en uno de los cuartos y escuché algunas series de ese entonces.

A diferencia de hace 57 años, cuando esperaba mi cumpleaños con esa emoción que caracteriza a los niños que todavía no comprenden el mundo a cabalidad, esta vez reflexioné mucho sobre lo que ha pasado durante el último año y lo que viene hacia adelante.

En abril del año pasado, empezaban las campañas masivas de vacunación y se veía un horizonte más prometedor: esperábamos salir de la pandemia. En la consultoría estábamos apoyando a la comunidad educativa de ocho estados con programas de reforzamiento en Español y Matemáticas. En aquellos momentos también comenzó el proyecto del libro para niños. El entrenamiento para mi intento de cruce doble iba en tiempo y forma y me había liberado de las tensiones personales que me habían azotado durante el confinamiento. Estaba contento y listo para enfrentar el reto que me había propuesto: cruzar el canal de la Mancha de ida y vuelta.

Conforme se acercaba la fecha del viaje, las reglas para mexicanos que ingresaban al Reino Unido se hicieron más rigurosas. Si no mal recuerdo, la cuarentena podía extenderse hasta por diez días. Por eso, Rafa y yo decidimos adelantarnos al grupo. Nunca olvidaré nuestras escapadas a las cuatro de la mañana para estar de regreso en el hotel y, en caso de que nos visitaran o llamaran para confirmar que realmente estábamos cumpliendo con la cuarentena, estar en nuestros cuartos.

Vino el cruce, después la estancia en el hospital y finalmente el regreso a la Ciudad de México. Ya en casa me sometí a una primera serie de estudios que no revelaron ninguna anomalía en mi vesícula, páncreas o hígado. El doctor me pidió esperar un mes para hacerme una resonancia magnética. Los resultados de la resonancia de octubre mostraron dos quistes en el páncreas y uno en el hígado. El doctor me dijo que no le preocupaban, pero que quería que repitiera el estudio a finales de enero para ver si había modificaciones, ya que no teníamos una referencia previa.

Aunque el doctor insistió en que no le preocupaban los quistes, cuando comenté el resultado con mi familia y equipo, todos se preocuparon. Tuve que contener los embates como lo hago cuando el viento sopla y las olas crecen: no engancharme, mantener el ritmo y evitar, en la medida de lo posible, enfrentar la ola de forma directa. No ayudó que en enero surgiera la variante ómicron y decidiéramos posponer la siguiente resonancia hasta marzo.

El panorama a principios de año no era prometedor. Tenía que resolver varios pendientes. El que más me ocupaba era asegurar una fecha para intentar nuevamente el cruce doble. En cuanto se abrieron las fechas, busqué opciones y lo más cercano que encontré fue septiembre de 2024. No era el mejor de los escenarios, pero quedarme sin fecha hubiera sido aún peor. Con ese horizonte en mente, tenía que llenar las temporadas de 2022 y 2023 para llegar en forma a la de 2024.

Había regresado al agua a principios de septiembre con la meta de completar un cruce doble del canal de Kaiwi, en Hawái, en marzo o abril. Sin embargo, conforme la fecha se acercaba, no había certeza del camino que tomarían los quistes, así que decidí aplazar el intento. Otras alternativas para intentar un cruce doble habían sido Tsugaru, Gibraltar, Cook y el canal del Norte, pero distintos motivos las habían hecho inviables: para Tsugaru y Cook seguían las restricciones de viaje; para Gibraltar había una larga lista de espera, y para el canal del Norte era necesario pasar muchas horas en aguas muy frías.

La opción que me quedaba era intentar nadar alrededor de Manhattan dos veces.

Completé mi solicitud a principios de enero y, a finales de mes, me avisaron que me habían asignado el 10 de agosto para el intento. En febrero pagué el depósito y ayer, fecha límite, hice el pago completo de la inscripción con la advertencia de que no existe posibilidad de reembolso.

En relación con mi salud, a finales de marzo me hice otra resonancia y los quistes se mantuvieron sin cambios. Al final de la consulta, una vez que el doctor había terminado la explicación y me había pedido que regresara en un año para dar seguimiento al tema, le hice varias preguntas motivadas por todo lo que me habían dicho desde agosto pasado.

Antes, debo decir que estoy en contra de ser doctor de internet. Me molesta cuando las personas empiezan a diagnosticar y más aún a recetar sin ser doctores. En mi caso, he recibido un sinfín de recomendaciones de muchas personas —bien intencionadas, pero ninguna de profesión médica— con respecto a lo sucedido el año pasado durante mi intento de cruce doble del canal de la Mancha. Era mi oportunidad para, finalmente, consultar a un experto.

—Voy a seguir nadando y necesito que me responda algunas preguntas —le dije—. ¿Hay manera de que pueda evitar que me suceda lo mismo? ¿El esfuerzo del nado me causó el problema? ¿El incidente fue resultado de la forma en que como y bebo?

—No, no y no. Como te dije la última vez, te recomiendo que bebas menos y dejes el puro, pero ya sabemos la respuesta a eso —predijo con una sonrisa.

Salí liberado por el resultado y sus respuestas.

En cuanto a mi actividad empresarial, las cosas no van bien. Parte del problema son las políticas de esta administración; otra parte, la guerra en Ucrania. No será la primera vez que tenga que enfrentar una crisis, pero la edad me da una perspectiva diferente. Cuando la situación alcanzó su punto más álgido, decidí darme un tiempo para evaluar qué camino tomar. He aprendido que el tiempo no se mueve a mi gusto; tengo que tomarle la mano y caminar o nadar con él hasta que llega el momento adecuado.

En lo personal, mi vida sigue un rumbo placentero. Ximena se va a Stanford en el otoño; Lucía y yo disfrutamos tremendamente ser abuelos de Aurelia; Itzi y David construyen su vida de pareja, y mi madre y yo seguimos trabajando juntos.

El año pasado, tras el nado del canal de la Mancha, recibí muchas muestras de solidaridad. Hubo dos comentarios recurrentes: algunos sugerían que, después de todo lo vivido, debían considerar que había logrado el cruce doble; otros me preguntaban qué seguía. En cuanto a lo primero, lo agradezco, pero algo así no es posible; de lo segundo, sin embargo, salió la idea de la frase “What’s next?”, que se puede responder desde diferentes ángulos.

En mi actividad empresarial, seguiré buscando oportunidades; algo me vendrá a la mente.

En lo personal, evito mirar atrás, sin engancharme con mis errores o eventos pasados que podrían haber hecho una diferencia; el pasado nunca cambia. Más bien, busco disfrutar lo que tengo, gozar cada momento de las pequeñas y grandes sorpresas de la vida. Construiré el futuro día con día.

En cuanto a la natación, quiero disfrutarla a puños llenos y enfrentar cada sesión de entrenamiento y cada cruce como un privilegio que me da la vida de seguir siendo un niño a mi edad.

En resumen, What´s next? es gozar cada día, desde que disfruto el amanecer por la mañana hasta que cierro los ojos por la noche sintiéndome feliz de todo lo que me ha dado la vida.