Mayo 31, 2016

Hace dos semanas nadé seis horas en la Bahía de San Francisco en aguas a 13ºC para completar mi clasificación al nado del Canal del Norte.

 

Llegando a México organizamos las notas de Rafa Álvarez y Suzie Dods y, con base en ellas, elaboramos un reporte. Nora ayudó a dar forma al documento y se aseguró de que hubiéramos incluido toda la información relevante.

Aunque confiaba en que no habría problema, aún me quedaba la duda de si las autoridades de la Irish Long Distance Swimming Association (ILDSA) aprobarían mi solicitud.

Afortunadamente, las dos últimas semanas han estado llenas de filmaciones, giras y mucho trabajo. Mi mente ha estado ocupada con el día a día.

El Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano está produciendo una serie nueva que se titulará “Historias de los que mueven a México” y su director, Armando Carrillo Lavat, me escogió para participar en el primer programa. Filmamos cinco días en distintos lugares, incluyendo mi casa, Las Estacas y Sport City.

La última sesión fue en la Alberca Olímpica Francisco Márquez el lunes 16 a las 23 horas. Regresar a este lugar, que considero mi casa de juventud, fue emocionante. De entrada hice lo que siempre hacíamos en las madrugadas: ponerme el traje de baño en el pasillo.

A esas horas la alberca estaba vacía y tenerla toda para mí fue increíble. Nadar a mis anchas, sin preocuparme por el tráfico o la velocidad a la que iba, me permitió remontarme 45 años atrás.

Recordé mi primer entrenamiento. Como no aguantaba los cienes completos, mis repeticiones eran de ochenta metros cada vuelta.

Me sorprendía lo rápido que nadaban los hermanos Guiot, Bernardo Lesser, Yolanda Mendiola, Carlos Salame, Jorge Moreno, Gela Limonchi y María Luisa Murga. Me preguntaba si algún día podría ser tan bueno como ellos.

Pasaron muchos metros, muchas horas en el agua y eventualmente logré nadar igual de rápido que todos ellos. En el camino nos hicimos amigos y no sólo pasamos muchas horas juntos en el agua, sino también fuera de ella. Nuestro mundo era la alberca y nuestra comunidad los que pertenecíamos al equipo.

Juntos vivimos nuestras primeras historias de amor —la mía con Hilda Méndez—, además de viajes y frustraciones en la escuela y la alberca.

El tiempo pasó y cada uno de nosotros tomó su camino. El mío me llevó a California.

Una de las decisiones clave cada día de filmación fue qué playera usar. Hasta ese lunes siempre había utilizado alguno de los uniformes de los Siete Mares. Decidí arriesgarme y llevarme una playera de Stanford para ver si César, el director, me dejaba usarla.

Independientemente de que me gusta usar la camiseta de la universidad donde estudié, ponérmela ese día tenía un significado diferente.

Gracias a la natación, especialmente en esta alberca, aprendí el significado de lo que es ganar y hacerse merecedor de algo.

Después de mi primer entrenamiento, ése en el que nadaba cienes de 80 metros, me prometí que algún día quedaría en primer lugar en alguno de ellos. Cuando lo logré me puse otra meta y así sucesivamente. Siempre tenía algo que alcanzar, algo que vencer.

Entrar a Stanford tuvo que ver mucho con esa actitud. No importaba que mis papas no tuvieran dinero para pagar la universidad o que viniera de una escuela pública. El día que presenté mi examen de admisión y escribí mi ensayo, lo único que contaba para ingresar era cómo me iba en comparación con el resto de los solicitantes, sin importar mi cuna.

Ese sentimiento de que para merecer algo hay que ganarlo siempre me ha acompañado. Con los Siete Mares no ha sido diferente.

En las últimas semanas, durante mi entrenamiento para el nado de clasificación y mientras esperaba la respuesta, varias personas me preguntaron que cómo era posible que a mí, Premio Nacional del Deporte, miembro del Salón de la Fama y Man of the Year, me obligaran a clasificar. Me hubiera gustado tener tiempo o ganas de explicarles que, como explicaba más arriba, las cosas normalmente no se obsequian, sino que se ganan.

Las reglas para poder intentar el cruce del Canal del Norte son iguales para todos los solicitantes. No importa que éste sea tu primer cruce o, como en mi caso, el sexto de los Siete Mares. De cualquier forma, te tienes que ganar el lugar.

Hoy recibí un correo de Pippa Campbell, Secretaria de ILDSA, en el que me decía que la información que había presentado era suficiente y sólo me faltaba el formulario médico. Cuando lo leí a las 4:30 de la mañana, me entró un gusto inmenso. Pase lo que pase en agosto, ya me gané el derecho a participar. Nadie me abrió una puerta especial, sino que entré por la que todos los que buscan conquistar el Canal del Norte lo hacen.

Sería fabuloso que así fueran todas las puertas en México.

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