Chris Hill es un reconocido diseñador gráfico. Hace ya varios años, me reuní con él en Houston para definir el diseño de mi libro, Travesía interminable. Al final de nuestra reunión, me enseñó una hermosa moneda. “Mira —me dijo—, diseñé esta moneda cuando me convertí en miembro de un exclusivo club privado de San Francisco. En señal de agradecimiento y respeto, se la regalé a un grupo selecto de socios del club que me habían apoyado durante el proceso de afiliación. Antonio, tú también deberías tener tu propia moneda para poder agradecer y reconocer a los miembros de tu comunidad. Sería un honor para mí diseñarte una moneda personal muy especial”.

La idea de tener una moneda me encantó. Desde niño una de mis aficiones ha sido coleccionar monedas; tengo una vitrina llena de ellas. Además, siempre he imaginado el cofre con todas las monedas que don Julián, mi amigo pirata, y yo tenemos escondidas en alguna playa del mundo.

En agosto del año pasado, cuando regresé a Houston para darle el visto bueno a la edición del libro en inglés (The Forever Swim), Chris me tenía una sorpresa. Había decidido regalarme el diseño de mi moneda. Pasaron varios meses sin que tuviera noticias de él, así que pensé que se le había olvidado. No había mucho que pudiera hacer, pues se me hacía imprudente preguntarle cómo iba el diseño.

Pero luego, a principios de este año, me llegó inesperadamente un correo con el diseño de la moneda. Para una de las caras, hizo un logo con el número siete, mi nombre y las palabras “Oceans Seven”. Para la otra, diseñó una hermosa estrella de siete picos, los cuales apuntaban al nombre de cada uno de los siete nados.

“¿En qué orden quieres que coloquemos los nombres de los mares?”, me preguntó. Había varias formas de hacerlo. Una era por orden alfabético; otra de acuerdo con la secuencia en que había hecho los nados, y una última con base en qué tan difícil había sido completar cada uno.

Decidí que esta última era la mejor forma. Entonces, le pedí que a las doce colocara al canal del Norte, seguido, en el orden en que giran las manecillas del reloj, del canal de Molokái, los estrechos de Tsugaru y Cook, los canales de la Mancha y Catalina y, por último, el estrecho de Gibraltar.

Con el diseño en mano busqué a Steffie Gómez y le pedí que el taller de su padre fuera el lugar en donde se acuñara mi moneda. Aceptó de inmediato y se puso en contacto con Chris para afinar los detalles y preparar el troquel. Finalmente, el 12 de agosto visité el taller y acuñamos las primeras monedas. Estoy feliz; ahora soy un pirata con tesoro.