Febrero 2, 2016
El año pasado fue un año increíble. Logré cruzar Gibraltar, me convertí en el primer mexicano en atravesar el Estrecho de Tsugaru, ingresé al Salón de la Fama y fui nominado, junto con otros 11 nadadores, para el título de Man of the Year 2015 de la World Open Water Swimming Association (WOWSA).
A diferencia de los nados y la ceremonia de inducción al Salón de la Fama, que ocurrieron en una fecha determinada, la nominación llevó a dos meses de intenso trabajo para conseguir los votos necesarios para ganar. Fueron semanas de incertidumbre y operación meticulosa, día a día, para llevar el mensaje al público al que le quería pedir su voto.
El esfuerzo dio frutos y el 31 de diciembre pasado se anunció mi triunfo. Voy en camino a Windermere, Inglaterra, a recibirlo.
Hace 40 años, aproximadamente, tomé la decisión de irme de México en busca de mejores oportunidades para nadar. Para mí, ir a entrenar al CDOM, a veces a la Morelos o en otras ocasiones al club Israelita o al Chapultepec definitivamente no me daba certeza de que iba a poder alcanzar mi potencial.
En el verano de 1976 hice todo lo posible para irme a nadar con Steve Kenny al Dad’s Club de Dallas, Texas, sin éxito. Estaba frustrado de no ver una ruta clara para saber que llegaría a mi objetivo, competir en unos Juegos Olímpicos.
La generosidad de Shirley y Bill Lee me abrió un mundo totalmente diferente al que conocía hasta entonces. De la noche a la mañana dejé de manejar 100 kilómetros diarios en la Ciudad de México, el trayecto que recorría cada día para ir de mi casa al entrenamiento, a la escuela, y a vender goggles, gorras y trajes de baño. Ahora me levantaba en Los Altos, California, asistía a una escuela donde los deportistas teníamos un lugar y nadaba en un equipo con por lo menos 40 nadadores que daban los tiempos para asistir a los nacionales de Estados Unidos y 10 que venían de los selectivos para los Juegos Olímpicos de Montreal. La competencia en el agua era feroz, dos veces al día, seis o siete días a la semana.
Fueron las épocas de 20 kilómetros diarios, las series de 3 x 3000 metros, 6 x 1500 metros, 25 x 400 metros, 50 x 200 metros o 100 x 100 metros. En aquel entonces, cada día sabía que había hecho todo lo posible por cumplir mi sueño.
Ser deportista de alto rendimiento tiene sus costos. En mi caso fue olvidarme de todo lo que un adolescente usualmente hace para dedicarme totalmente a mi pasión, nadar. Recuerdo que en el día hacía tres cosas: nadar, comer y dormir. No entiendo cómo logré sacarme buenas calificaciones y terminar la preparatoria entre los mejores lugares de mi generación.
A raíz de mi nominación como Man of the Year 2015, me hice la promesa de no perder la concentración de mis entrenamientos a la luz del esfuerzo adicional que tendría que hacer para ganar. Si mi vida ya era complicada con cinco responsabilidades, agregar una nueva sería todo un reto.
En una encuesta que realizó la Universidad del Valle de México, los mexicanos expresaron, entre otros factores, que no se activan físicamente porque no tienen tiempo. En mi caso, con un poco de creatividad podría recurrir a esa excusa.
Sin embargo, a partir de finales de octubre, cuando conocí la noticia, me prometí a mí mismo que en esta temporada no haría 98% de mis entrenamientos, sino que cumpliría al 100% todo lo que Nora me mandara y me haría bloques difíciles para medir si mi fortaleza física y mental estaban a la altura de los retos de este año.
Hice el primer bloque de nados largos a finales de diciembre, el 25, el 31 y luego el 2 de enero. Hace dos semanas nadé seis horas a 14.4 grados centígrados y esta semana hice tres días de 10 000 metros. Quería traerme a Europa una reserva de 10 kilómetros por lo que pudiera suceder.
Tengo identificadas albercas en las tres ciudades donde pasaré los próximos 10 días. En mi maleta hay 15 Accel Gel para hacer tres sesiones de 10,000 metros.
Me nominaron para el Man of the Year 2015. Gané y voy a disfrutar el viernes cuando me lo entreguen.
Sin embargo, tengo frente a mí el Canal de Moloka’i. No puedo perder la concentración.