Noviembre 24, 2016
El camino de los Siete Mares ha tenido varios obstáculos que franquear: mucho viento, corrientes, olas muy altas, aguamalas, tiburones, serpientes y aguas con temperaturas muy bajas.
El año pasado, aprovechando nuestra visita a Stanford para celebrar con Itzi y David el Día de Acción de Gracias, me fui a nadar al South End Rowing Club. Este club se fundó en 1873 principalmente como club de remo, pero con el tiempo se ha diversificado. Ahora incluye natación, ráquetbol y carrera. Al igual que el Dolphin Club, que esta literalmente a un lado, tienen horarios para visitantes. El único requisito es depositar 10 dólares y firmar una responsiva. Ingresar es extremadamente fácil si coincides con un socio que te abra la puerta; de lo contrario tienes que esperar. A lo largo de un año fui aprendiendo los horarios de mayor flujo y con esto reduje mi tiempo de espera.
Uno de los placeres de nadar en estas aguas frías es meterse al sauna después del nado. Sin excepción acabas platicando con los presentes y escuchas desde trivialidades hasta historias interesantes. En mi última visita, mientras recuperaba la temperatura corporal en el sauna, entablé conversación con uno de los socios y me sugirió que me hiciera “out of town member”, una categoría para socios que no viven en condados adyacentes a San Francisco.
Inmediatamente me di a la labor de enviar mi solicitud. Como niño chiquito en busca de un juguete, perseguí la documentación y atosigué a Joe Buttler, el contacto que aparecía en la página, al punto de que, me imagino, estuvo a punto de renunciar. Con la excepción de un intento de DHL por entregar el paquete sin que abrieran la puerta —al parecer no soy el único al que le pasa eso—, las cosas siguieron su curso. Ayer, llegando de México me fui al club y Joe me recibió para darme la bienvenida formalmente. Pasamos con Alex, el administrador, y recibí mi llave para entrar.
Mi primer nado fue horrible. La temperatura estaba del agua estaba a 14.5 grados y, como hace mucho tiempo no sucedía, mis dientes se congelaron. Con dificultad terminé los 80 minutos que dictaba el entrenamiento.
Hoy en la mañana me desperté con una temperatura ambiente de 3 grados. Hace mucho que no sentía tanto frío. Me encaminé al club con la certeza de que a mi llegada no tendría que tocar el timbre ni andar cazando a los socios para poder ingresar. A pocos metros de llegar a la entrada, vi a un grupo de personas que tocaban el timbre. Cuando me acerqué me preguntaron si les podía abrir. “Con gusto”, les dije. “Hoy es mi primer día con llave”.
Emocionado bajé a la playa para nadar los 90 minutos del día. Cuál seria mi sorpresa al encontrarme a Kimberly Chambers, Billy —el novio de Kimberly— y Simón Domínguez. Nos metimos al agua, platicamos un rato y tuve que decirles adiós. Ellos están de vacaciones y yo tengo varios nados por delante. No sé si fue por el gusto de finalmente ingresar sin problemas al club, por sentirme parte de esta gran comunidad de nadadores o porque mi cuerpo ya se ha ajustado al agua fría, pero el nado dolió significativamente menos. Mañana sabré si he avanzado en mi aclimatación al agua fría.