9 de febrero de 2016
El viernes pasado tuve un día extraordinario. Me desperté a las 5 de la mañana en Windermere, Inglaterra. Había llegado el día: 5 de febrero, entrega de los premios WOWSA.
Fiel a mi promesa, tenía planeado mi último entrenamiento de la semana, 4 mil metros en la alberca pública de Kendal, un pueblo cercano a donde me estaba hospedando.
La noche del viernes había enviado un correo avisando a todos los galardonados que saldría del hotel a las 6:10 horas, por si alguien quería acompañarme.
Bridgette Hobard, ganadora del premio de Woman of the Year, se unió al nado. Desde el principio hubo química. En el trayecto compartimos nuestros proyectos y los 20 minutos de camino pasaron desapercibidos.
La transición de la alberca olímpica de Ámsterdam a esta pequeña instalación fue un shock. Inmediatamente noté la diferencia, empezando con el hecho de que en algunos carriles se nadaba contra las manecillas del reloj y en la parte más baja el agua apenas me llegaba a las rodillas.
Encontré el reloj de paso, escondido tras unas rejas, en una de las paredes cercanas a la orilla. Empezamos la serie, 5 veces 800 metros con diferentes combinaciones.
El cuarto 800 era con aletas y snorkel; iba a ser rápido y me entusiasmaba la idea de sentir la velocidad que logro con las aletas.
Concentrado en no perder la forma en el estilo, entro a la vuelta de los 300 metros y me para uno de los nadadores en el carril. Me levanto y escucho una alarma. Me llama el guardavidas, un joven de unos 20 años. Con ese distintivo acento inglés me dice “Sorry sir, today is not a fin day” (disculpe señor, hoy no es un día de aletas).
No entiendo qué me está diciendo. Se da cuenta y se acerca a mí con el horario de la alberca en la mano. Es una hoja tamaño media carta, con tanta información que ni siquiera con lentes la hubiera podido ver bien.
“You see here, sir, fin day is on Wednesday. If you wish you can come back next week and use your fins”.
Era el día de la premiación; no me iba a molestar y menos discutir. Recordé que estaba en Inglaterra y aquí tienen reglas increíbles. Sería mi “English moment”.
De regreso en el hotel, bajé con Lucía a desayunar y de repente llega Lewis Pugh y nos pregunta si podía sentarse con nosotros.
Había conocido a Lewis la noche anterior. Sería el orador en la ceremonia y habíamos intercambiado bromas alrededor de nuestras candidaturas.
Cuando se dieron a conocer las nominaciones, yo no tenía idea de quiénes eran los otros nadadores. Fueron Nora Toledano y Mariel Hawley quienes inmediatamente me hicieron notar que Lewis era toda una personalidad a nivel mundial. Me dijeron algo así como “tú eres local, él es global”. “Mira” —me enseñaron su cuenta de Twitter— “él tiene 58 203 seguidores y además es UN Patron of the Oceans”.
Le platiqué la anécdota y me dijo que él no se atrevía a pedir que votaran por él. Le respondí que no sólo me había atrevido, sino que me había encantado hacerlo y, sobre todo, haber ganado.
Platicamos durante casi una hora, escuchando sus anécdotas de Carl Lewis, Putin, los generales rusos, sus veranos en el Ártico y sus entrenamientos de kayak en Sudáfrica. En palabras de Lucía, me porté bien y dejé que alguien más hablara.
Durante el día exploramos la región de los lagos, disfrutando del paisaje y conociendo un poco esta región de Inglaterra que es la cuna del poeta Wordsworth y residencia de la escritora Beatrix Potter.
A las 7 de la noche abrieron las puertas del salón. Ingresamos, nos sentaron con Bridgette y Bob, su esposo, y una parte de los ganadores rusos, todos ellos de la modalidad de aguas heladas.
Cuando pienso en agua fría, me imagino los 12 o 14 grados centígrados del Canal del Norte. Los nadadores de aguas heladas se sumergen en aguas de 3 a 5 grados centígrados. Fue muy divertido platicar con ellos. Se preparan todo el año para carreras cuya distancia más larga es la milla.
Antes de la premiación escuchamos una excelente plática de Lewis, quien contó tres historias fascinantes. La primera fue acerca de su nado de un kilómetro en el Polo Norte. Nos dijo: “la historia del Polo Norte es sobre nuestros miedos subyacentes. Nos tenemos que armar de valor. Toda persona tiene esperanzas, sueños y ambiciones. Lo único que nos detiene es el miedo. No hay que ser imprudentes ni insensatos. La planeación y la preparación deben ser meticulosas. Hay que poner el miedo de lado.”
En su segunda historia relató su nado en las Maldivas, en el Océano Índico, y recalcó los límites que muchas veces nos ponemos a nosotros mismos. Para superarlo, recomendó “identificar las creencias que nos limitan y rodearnos de un equipo de individuos talentosos”.
Por último, la tercera historia giró en torno a dos prisioneros en la Isla Robben, en Sudáfrica, que compartieron celda con Nelson Mandela y lucharon por lo que creían. La historia de estos hombres, nos dijo, “es acerca de cada uno de nosotros y cómo vivimos nuestras vidas. Hay tantas injusticias en este mundo. No den la espalda a estas injusticias. No piensen que ésa es la responsabilidad de alguien más. Levántense y no ignoren las injusticias de este mundo.”
Los puntos clave de la plática no están lejos de los que hago en la mía. Sin embargo, mis acciones definitivamente no tienen la influencia política que tienen las suyas. Me dejó pensando que no sería una mala idea dar un eco de este tipo a mis nados.
Cuando terminó Lewis dio inicio la premiación. Durante los últimos días había estado pensando qué quería decir. No había duda de que tenía que agradecer a mi madre todo su apoyo, pero después no sabía qué decir.
En noviembre pasado recibí un correo de Steven Munatones donde me comentaba que, previo a la ceremonia de premiación de los reconocimientos WOWSA y en el marco de la competencia del Big Chill Swim, se anunciaría la asociación de WOWSA con la World Swimming Association (WSA) y la World Swimming Coaches Association (WSCA) con el objetivo de establecer una verdadera organización global con la capacidad de desarrollar y crecer la natación en aguas abiertas.
Cuando llegó mi turno, utilicé la anécdota de mi “fin day” para hacer reír a la audiencia y después utilicé mi espacio para agradecer a Steven todo lo que ha hecho por promover la natación en aguas abiertas.
Antes de la cena habíamos platicado. En el fondo, la alianza que se había hecho esa mañana era una manera de contrarrestar la fuerza de la Federación Internacional de Natación Amateur (FINA). La idea tiene sentido, pues hoy este organismo, que no responde a nadie ni es transparente en el uso de sus recursos, controla el deporte.
Para mí es una causa que vale la pena apoyar. Ojalá que, al igual que Lewis, pueda aprovechar mis nados para impulsar una causa que mejore este mundo.